Uno se acercó en casa del tercero, una noche de confusión y discusión. Lo que no sabía era que él ES la confusión con patas.
Otro se autoproclamó como tal, vía e-mail. Lo que descubrí es que su voluntad sobrepasa largamente a su brillantez.
El último no sabe que es mi discípulo, es más, creo que no se de cuenta nunca, porque su corazón es el que sobrepasa su intelecto.
Adivina:
¿Por qué son mis discípulos, siendo tan distintos?
¿Qué los hace incompatibles entre sí, pero compatibles conmigo?
Este es el comienzo de una gran amistad.
Si comprendes el misterio, te revelo un secreto.
miércoles, enero 11, 2006
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