El estallido de la cultura moderna es el producto, en el plano de la lucha ideológica, del paroxismo caótico de estos antagonismos. Los nuevos deseos que se definen se encuentran formulados en el aire: los recursos de la época permiten su realización, pero la estructura económica retardadora es incapaz de valorar estos recursos. Al mismo tiempo, la ideología de la clase dominante ha perdido toda coherencia: por la depreciación de sus sucesivas concepciones del mundo, lo que la inclina al indeterminismo histórico; por la coexistencia de pensamientos reaccionarios escalonados cronológicamente y en principio enemigos, como el cristianismo y la social-democracia; por la mezcla de las aportaciones de varias civilizaciones extranjeras en el Occidente contemporáneo, de las que se reconocen pocos valores. El objetivo principal de la ideología de la clase dominante es, pues, la confusión.
En la cultura - al emplear la palabra cultura dejamos de lado constantemente los aspectos científicos o pedagógicos de la cultura, incluso si la confusión se hace sentir a nivel de las grandes teorías científicas o de los conceptos generales de la enseñanza; designamos un complejo de la estética, de los sentimientos y de las costumbres: la reacción de una época sobre la vida cotidiana -, los procedimientos contra-revolucionarios que causan la confusión son, paralelamente, la anexión parcial de los nuevos valores y una producción deliberadamente anti-cultural apoyada en los medios de la gran industria (novela, cine), consecuencia natural del embrutecimiento de la juventud en las escuelas y en la familia. La ideología dominante organiza la banalización de los hallazgos subversivos y los difunde ampliamente una vez esterilizados. Incluso consigue servirse de los individuos subversivos: muertos por el falseamiento de su obra y vivos gracias a la confusión ideológica general, drogados con una de las místicas con las que comercia.
Pasemos de estas personas que nos tuvieron engañados en el pasado. Los engaños que ligan a un hombre son la medida exacta de su mediocridad. Béisbol o escritura automática, ¿qué más da? La idea de éxito, cuando no se liga a los deseos más simples, es inseparable de un trastorno completo a escala planetaria. El residuo de los logros permitidos es siempre la peor parte. Lo que encontramos más valioso en nuestras acciones es haber conseguido deshacernos de muchos hábitos y actitudes. Puede decirse que son bastante raras las personas que viven (siquiera sea esa pequeña parte de su vida en que se les permite alguna elección) en armonía con sus sentimientos y con sus juicios. Es bueno ser fanático en determinados puntos. Una revista sobre ocultismo oriental nos contaba, a principios de año, cómo "los espíritus más etéreos, teóricos anémicos por el virus de la 'superación', tienen un efecto puramente verbal." Lo que molesta a estos miserables es que no sea un efecto meramente verbal. Por supuesto, no vamos a dinamitar los puentes de la isla de Louis para acentuar el carácter isleño de este lugar ni, en el lado opuesto, a complicar y embellecer los muros de ladrillo del muelle Bernard. Atendemos a lo que es más urgente con los recursos limitados de que disponemos en el momento presente. Así, contradiciendo a los diferentes tipos de cerdos que se nos aproximan, poniendo un rápido final a los intentos confusionistas, de quienes dicen "actuar en común" con nosotros, olvidando por completo la indulgencia, probamos a esos mismos individuos la necesaria existencia del virus en cuestión. Pero si nosotros estamos enfermos, nuestros detractores están muertos.
La construcción sistemática de situaciones debe producir sentimientos inexistentes hasta la fecha; el cine encontrará su gran función pedagógica en la difusión de estas nuevas pasiones.
La teoría situacionista sostiene firmemente una concepción no-continua de la vida. La noción de unidad tiene que ser desplazada desde la perspectiva de toda una vida -que es una mistificación reaccionaria basada en la creencia en una alma inmortal y, en última instancia, en la división del trabajo- a la de instantes aislados, y la construcción de cada instante mediante un uso unitario de los medios situacionistas. En una sociedad sin clases no habrá más pintores, sino situacionistas que, entre otras actividades, pintarán.
En la cultura - al emplear la palabra cultura dejamos de lado constantemente los aspectos científicos o pedagógicos de la cultura, incluso si la confusión se hace sentir a nivel de las grandes teorías científicas o de los conceptos generales de la enseñanza; designamos un complejo de la estética, de los sentimientos y de las costumbres: la reacción de una época sobre la vida cotidiana -, los procedimientos contra-revolucionarios que causan la confusión son, paralelamente, la anexión parcial de los nuevos valores y una producción deliberadamente anti-cultural apoyada en los medios de la gran industria (novela, cine), consecuencia natural del embrutecimiento de la juventud en las escuelas y en la familia. La ideología dominante organiza la banalización de los hallazgos subversivos y los difunde ampliamente una vez esterilizados. Incluso consigue servirse de los individuos subversivos: muertos por el falseamiento de su obra y vivos gracias a la confusión ideológica general, drogados con una de las místicas con las que comercia.
Pasemos de estas personas que nos tuvieron engañados en el pasado. Los engaños que ligan a un hombre son la medida exacta de su mediocridad. Béisbol o escritura automática, ¿qué más da? La idea de éxito, cuando no se liga a los deseos más simples, es inseparable de un trastorno completo a escala planetaria. El residuo de los logros permitidos es siempre la peor parte. Lo que encontramos más valioso en nuestras acciones es haber conseguido deshacernos de muchos hábitos y actitudes. Puede decirse que son bastante raras las personas que viven (siquiera sea esa pequeña parte de su vida en que se les permite alguna elección) en armonía con sus sentimientos y con sus juicios. Es bueno ser fanático en determinados puntos. Una revista sobre ocultismo oriental nos contaba, a principios de año, cómo "los espíritus más etéreos, teóricos anémicos por el virus de la 'superación', tienen un efecto puramente verbal." Lo que molesta a estos miserables es que no sea un efecto meramente verbal. Por supuesto, no vamos a dinamitar los puentes de la isla de Louis para acentuar el carácter isleño de este lugar ni, en el lado opuesto, a complicar y embellecer los muros de ladrillo del muelle Bernard. Atendemos a lo que es más urgente con los recursos limitados de que disponemos en el momento presente. Así, contradiciendo a los diferentes tipos de cerdos que se nos aproximan, poniendo un rápido final a los intentos confusionistas, de quienes dicen "actuar en común" con nosotros, olvidando por completo la indulgencia, probamos a esos mismos individuos la necesaria existencia del virus en cuestión. Pero si nosotros estamos enfermos, nuestros detractores están muertos.
La construcción sistemática de situaciones debe producir sentimientos inexistentes hasta la fecha; el cine encontrará su gran función pedagógica en la difusión de estas nuevas pasiones.
La teoría situacionista sostiene firmemente una concepción no-continua de la vida. La noción de unidad tiene que ser desplazada desde la perspectiva de toda una vida -que es una mistificación reaccionaria basada en la creencia en una alma inmortal y, en última instancia, en la división del trabajo- a la de instantes aislados, y la construcción de cada instante mediante un uso unitario de los medios situacionistas. En una sociedad sin clases no habrá más pintores, sino situacionistas que, entre otras actividades, pintarán.
Guy Debord
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