viernes, agosto 24, 2007

¡NO TE DEJES EMBAUCAR!

¿Es un fraude el famoso “Libro de Urantia”?


Damos por supuesto que una gran mayoría de cuantos integran el publico lector de ENIGMAS conoce el célebre “Libro de Urantia”, divulgado por la Fundación del mismo nombre, localizada en el 533 Diversey Paarkway –Chicago, Illinois 60614. Se trata de una obra monumental y enigmática que, por sus audaces incursiones en los temas que interesan unánimemente –dios, el Universo, la historia del hombre, la Trinidad, los espíritus moronciales, etc.-, viene siendo llamada “la Biblia del siglo XXI”.

Divida en cuatro partes principales, la última de ellas se refiere, de forma pormenorizada y con loable respeto, a la vida y enseñanzas de Jesucristo. El caso es que este libro, dado a conocer por una fundación de apariencia elusiva, se debate en el misterio y hoy suman muchos miles –probablemente millones- los adeptos que, de buena fe, lo consideran dictado por seres superiores.
Nosotros, tomando como objetivo de nuestro estudio la vida de Jesús, no estamos muy seguros de ello al observar numerosos errores de considerable calibre, producidos –como en los textos de los evangelios sinópticos (los de marcos, mateo y Lucas)- por un lamentable desconocimiento de las leyes y costumbres judías de aquel tiempo; ignorancia que convierte muchos episodios, reales o imaginados, en hechos de imposible realización.
“Yo no he venido para abrogar, sino a cumplir”, dice Jesús (Mat. V, 17), y con ello afirma que se somete escrupulosamente al dictado de la ley de moisés, en todo aquello que no sea contradictorio con los mandamientos del Padre. De los cuatro evangelistas, Juan –que es el que mejor conoce la ley y las costumbres judías- dejará un testimonio inequívoco de dicho acatamiento. Nuestro modesto trabajo incluye a continuación una síntesis de tales errores, detectados en el Libro de Urantia, segunda revisión, versión española, dividiéndolos en diez apartados que nos parecen significativos.


PRIMERO.
El Libro de Urantia alude a una mujer, ex dueña de uno de los burdeles de Jerusalén que, por seguir las enseñanzas de Jesús, cerro su abominable negocio; “a pesar de esto, los fariseos seguían despreciándola y estaba obligada a llevar el pelo suelto, insignia de la prostitucion” (Pág. 1652). Según el Evangelio de Juan, “María (la hermana de Lázaro), tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (XIII, 3). Este pasaje es reproducido casi literalmente en el Libro de Urantia, lo que significa que tanto el evangelista como el texto urantiano adjudican a la virtuosa María, hermana de Lázaro y de Marta, una condición nada ejemplar, pues mal pudo secar los pies de Jesús con el pelo recogido.


SEGUNDO.
Según el Libro de Urantia, los amigos de un paralítico llevaron a éste a donde Jesús estaba hablando, “y así, subieron al techo de la habitación y, después de aflojar las tejas audazmente, bajaron al enfermo con su litera mediante sogas” (Pág. 1667). El eminente filosofo y escriturista, Manfred Barthel opina, ante el milagro del paralítico narrado por Lucas (V, 19): “Seguro que no fue necesario levantar las tejas para bajar al enfermo, pues aunque en Roma y Atenas se cubrían los techados con tejas, las casas de Galilea eran primitivos cubículos de una sola habitación construidos con ladrillos secados al sol, cuyo ‘techo’ era una sencilla cubierta de cañas sobre vigas. Las vigas reposaban sobre las cuatro paredes y los huecos se rellenaba con canas y estopas que luego se recubrían con una capa de barro” (Lo que dijo verdaderamente la Biblia, ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1982).


TERCERO.
Los seres superiores, al inspirar el Libro de Urantia, dicen que “este mismo sábado por la noche se reunió en la sinagoga de Capernaum (Cafarnaum) un grupo de 50 ciudadanos sobresalientes para discutir la cuestión candente del momento” (Pág. 1719). Esto es de todo punto imposible, porque celebrar una asamblea en pleno sabbath seria severamente castigado por incumplir un precepto fundamental de la Ley de moisés: “No realizar trabajo alguno en sábado”.


CUARTO.
Imposible asimismo sería, como afirman tanto los Evangelios como el Libro de Urantia, que Jesús y sus apóstoles celebraran la Cena de Pascua (Pesach) contraviniendo los mandamientos incluidos en el capitulo XXI del Éxodo. Sin embargo, ni lo Evangelios ni el Libro de Urantia mencionan dichas ordenanzas como las referidas la pan ácimo, acompañando al cordero pascual, las hierbas amargas y los vasos de vino: éstos se llenaban cuatro veces, al tiempo de bendecirlos, cantando a coro no el salmo 18, como dicen los “urantianos”, sino el 4 y el 115. El Libro de Urantia incluye en este capitulo el pasaje en el que “Jesús mojando el pan en el plato de hierbas, se lo entregó a Judas” (Pág. 1940), acción que, de ser cierta, quebrantaría el minucioso ritual de la Cena, aparte de que, al no tratarse de pan común, fermentado (hametz), sino matzah –“torta de pan sin levadura tomada en la fiesta de Pascua que recuerda el ‘pan del dolor’ que los israelitas comieron el tiempo de su partida de Egipto” (stuart E. Rosenberg)-, éste podía partirse, pero no mojarse (empaparse), como afirman los “urantianos”: “...el que ahora moja el pan conmigo en el mismo plato, está dispuesto a traicionarme” (Pág. 1940). Imposible.


QUINTO.
El Libro de Urantia narra que, una vez terminada la Cena (Pág. 1966), Jesús y sus discípulos salen del recinto, viviendo los conocidos episodios de la Oración del Huero y el Prendimiento. Son otras tantas situaciones imposibles, por cuanto el Éxodo –que es Ley de cumplimiento obligado- lo prohíbe explícitamente: “Y ninguno de vosotros salga (después de la Cena) a la puerta de su casa hasta mañana” (XII, 22).

SEXTO.
En ocasiones, el Libro de Urantia, no sólo nos induce a la duda, sino a la perplejidad. Ocurre, por ejemplo, cuando leemos en él esta afirmación desconcertante: “Para los judíos, Elohim era el Dios de los dioses” (Pág. 1856), aseveración falsa, ya que la palabra Elohim es un plural. “¿Será posible –se pregunta Jean Sendy- que se nos haya traducido como ‘Dios’ lo que en el original se designa como unos ‘dioses’?”. Según la cábala, Elohim (forma plural de eloah: majestad en hebreo) define a las potestades creadoras que plasmaron los pensamientos emanantes de la mente del Logos o Demiurgo”. En cualquier caso, se trata de un plural que, por lo tanto, no puede definir a un singular tan singular como Dios.


SÉPTIMO.
A veces los “urantianos” pecan por defecto más que por exceso. Es el caso, narrado también en los Evangelios cristianos, en el que Jesús dice: “Id inmediatamente a Jerusalén y al entrar por la puerta encontrareis a un hombre que lleva un cántaro de agua” (Pág. 1933). Aquí los autores han puesto exquisito cuidado en detallar donde estará el hombre. En la puerta, comprendiendo que, sin esta aclaración, el lector medio pensaría en la enorme dificultad que podía significar el hallazgo de un hombre con un cántaro en una ciudad ocupada al limite por una multitud que va a Jerusalén a celebrar la Pascua. Sucede, sin embargo, que en aquel tiempo ir por agua era tarea exclusiva de mujeres y, por pura lógica, resultaba fácil, por desacostumbrado, localizar a un hombre llevando un cántaro camino de la fuente. ¿Por qué no aclararon esta circunstancia los seres superiores, inspiradores del libro que comentamos, para despejar recelos?


OCTAVO.
Donde no puede haber dudas sobre la evidencia de estar ante un texto humano, y muy humano, es al comprobar que los “urantianos” incurren en el error sobre el debate y los interrogatorios llevados a cabo por el sanedrín, efectuándolos de noche, tras el prendimiento. Sólo que la ley judía –y quien la viole es reo de muerte- ordena terminantemente que ningún tribunal podía juzgar de noche, “porque las tinieblas enturbian el juicio del hombre”; menos aun en vísperas de una fiesta religiosa como la Pascua (así se lee en la “Michna, Sanedrín IV, Talmud de Babilonia”). Esto nos demuestra que los seres de otra dimensión no afinan demasiado al decir que, mientras juzgan a Jesús, “la noche estaba fría” (Pág. 1980); que conducen al Divino Maestro “a la luz de las antorchas” (Pág. 1981); que Caifás inicia el juicio “alrededor de las cuatro y media de la madrugada” (Pág. 1983)... Resueltamente, no: ni ante Anás, ni Caifás, ni Herodes, ni Pilatos se pudieron formular preguntas a Jesús mientras sobre la ciudad de Jerusalén se extendían las tinieblas. Lo prohibía una ley inexcusable.


NOVENO.
Al entrar en los dramáticos episodios de la pasión, se hacen mas graves los errores de los “urantianos”. De acuerdo en que Jesús no llevo nunca la cruz a cuestas, sino el palo transversal sobre sus hombros y nuca, pero, en cambio, la historia y la arqueología no pueden admitir lo que dice el famoso libro, sobre todo en secuencias tan importantes como la siguiente (y esperamos que el ilustre experto en estos temas, Antonio Piñero, esté de acuerdo con nosotros): “Las piezas más largas y verticales de las tres cruces de madera (la de Jesús y las de los dos ladrones) ya se habían transportado al Gólgota y, cuando llegaron los soldados con sus prisioneros, ya estaban plantadas firmemente en tierra” (Pág. 2004). Esto supone la dificultad añadida e inútil, de tener que clavar los pies del reo en el aire, lo que se aproxima mucho a un descomunal disparate.
Con estos, podríamos continuar la relación de errores que hemos apreciado en el texto urantiano. En beneficio de la paciencia del lector, aquí dejamos el resumen, no sin antes rubricar el presente trabajo con un episodio capaz de despertar la estupefacción, primero, y luego la sonrisa.


DÉCIMO.
Quizás un número bastante apreciable de nuestros lectores recuerde el pasaje en el que Natanael es captado como apóstol de Jesús. Según leemos en el Evangelio de Juan, cuando el maestro lo llama, sirviéndose de Felipe, Natanael le pregunta de dónde lo conocía, “le respondió Jesús y díjole: antes (de) que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondió Natanael, y díjole: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y díjole: ¿Porque te dije (que) te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores que éstas veras” (I, 48, 49 y 50).
El Libro de Urantia reproduce más o menos el pasaje y comenta: “Con eso indico Felipe a sus amigos que aguardaran un momento mientras él se dirigía apresuradamente a contarle la nueva de su decisión a su amigo Natanael, quien permanecía sentado debajo de la morera” (Pág. 1529). Este hecho de sustituir la higuera por la morera tiene una importancia decisiva para dudar de los presuntos seres superiores que se comunican con los “urantianos”, como comprobaremos en seguida, aunque para entenderlo así es imprescindible saber que “estar debajo de la higuera” (no de una morera, sino de la higuera) es una metáfora hebrea, un modismo que significa “estudiar la Toráh (el Pentateuco). Sólo así se comprende que Natanael, al ser llamado por Jesús a través de Felipe, acuda a él diciéndole: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios”. Nada de esto tendría sentido si se sustituye la higuera por una morera, con lo cual se demuestra que los transcriptores del Libro de Urantia desconocen el hebreo y no saben que “estar debajo de la higuera” quiere decir que se está “estudiando la Toráh”.
En fin, a propósito de este árbol, cuando en el Libro de Urantia no presta atención a la maldición de la higuera, hace caso omiso de una declaración trascendental, si se tiene en cuenta que, al maldecir a la higuera, Jesucristo abomina de los fariseos (falsos estudiosos de la Toráh) y del imperio invasor, dado que la higuera es la representación simbólica de Roma, puesto que los fundadores de esta ciudad, Rómulo y Remo, fueron amamantados a su sombra por una loba (circunstancia ésta que nos sugiera un leve reflexión: en latín lupa equivale a “loba”, pero también a “prostituta”, y de ahí la palabra “lupanar”. ¿Fueron amamantados Rómulo y Remo por una loba o por una prostituta...?)
Como conclusión nos queda dilucidar un dilema: o los traductores de lo dicho por seres de otra dimensión se equivocaron estrepitosamente en su tarea, o los seres de otra dimensión son unos pardillos, de conocimientos muy inferiores a los demostrados por los evangelistas que nos transmitieron –aún con todos sus defectos- el mensaje más importante de la historia.



Nota del transcriptor: Esta es la trascripción total de un artículo aparecido en la revista Enigmas, págs. 34 a 38. Lamentablemente es de unas fotocopias que me regaló un amigo, en la que no aparecen ni el número ni la fecha de edición.

Comentario final: Es de público conocimiento que los evangelios originales fueron escritos en griego décadas después de la muerte de Jesús, por escribas que utilizaron el nombre de los apóstoles, para los cuales se basaron en la tradición oral y una lista de sentencias, llamada “quelle” por los estudiosos. En el evangelio donde es más notoria esta autoría griega es en el de Juan, donde en su comienzo se diserta largamente a cerca de la participación de Jesús en el Logos, concepto central de la filosofía griega.

Para más aclaraciones, revisar el documento “Q. ¡PRÓXIMAMENTE POR ESTE MISMO CANAL!

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