lunes, agosto 27, 2007

EL EVANGELIO PERDIDO: Q.

No siempre es necesario exhumar documentos perdidos, olvidados o desconocidos para poder conocerlos. A veces se tiene la suerte de toparse con lo desconocido en la propia mesa de trabajo. La moderna crítica textual está en situación de disecar los escritos que se le presentan de acuerdo con todas las reglas del arte. A veces afloran en el texto algunos “subtextos” ocultos, escritos originarios sobre los cuales se construyó la obra definitiva y que a través de múltiples reelaboraciones redaccionales desaparecen sin más para el ojo no ejercitado. Sin embargo están ahí, como virtualmente presentes, a la manera de una imagen televisiva, cuya claridad se apoya por completo en el fondo oscuro: la película continúa pasando sobre la pantalla, pero ya no se la puede ver sobre el negro cristal mate. Del mismo modo, tampoco se pueden ya reconocer los textos originarios por la tinta intensa, que ha fluido de las plumas de unos reelaboradores celosos. De todos modos, los científicos avezados han ideado métodos con los que se puede establecer de nuevo la “claridad” y sacar al primer plano los textos ocultos.
Cuando los investigadores acometieron la empresa de establecer cuál era el evangelio más antiguo, hicieron un descubrimiento desconcertante. Históricamente, ni siquiera los propios evangelistas se daban a conocer; tuvo que ser el análisis de los propios textos el que proporcionase el resultado. A través de la peculiar índole teológica del Evangelio de Juan se supo que éste había surgido bajo una influencia diferente por completo y que tenía que ser el más reciente. Los otros tres evangelios, a saber, el de Mateo (el primero siguiendo el ordenamiento canónico del Nuevo Testamento), el de Marcos y el de Lucas, estaban emparentados. Con más o menos adornos, contaban de manera equiparable la vida de Jesús. Se les conoce como evangelios ‘sinópticos’. Porque pueden yuxtaponerse los distintos pasajes textuales en una visión conjunta. Con ello se echan de ver dos tipos significativos de coincidencias.
En los textos de Mateo y de Lucas, el orden y la secuencia de los relatos sólo coincide cuando sigue la historia consignada en Marcos. Eso significa que Marcos debió ser el evangelio más antiguo, que los otros dos lo conocieron y de conformidad con él compusieron el ‘relato de la vida de Jesús’. Hoy difícilmente puede ya mantenerse la opinión ya tantas veces sostenida de que el Evangelio de Marcos había aparecido a finales de la década de los sesenta del siglo I de la era cristiana. Probablemente fue redactado a mediados de los setenta, puesto que alude evidentemente a ciertos acontecimientos ocurridos en la guerra judía (66-73 d.de C.). Mateo y Lucas, cuyas obras aparecieron hacia el año 95, agregan además material narrativo al texto de Marcos; un material que se dice ‘especial’ de cada uno de ellos, porque sólo puede leerse en Mateo o en Lucas respectivamente.
Pero curiosamente se echó de ver que había un segundo tipo de concordancia. Mateo y Lucas insertaron una serie de declaraciones de Jesús, parábolas, dichos sapienciales, palabras de exhortación y de lamento, etc., algunas de las cuales se corresponden entre sí, pero faltan por completo en el Evangelio de Marcos. Así pues, además de disponer de dicho texto marciano, Mateo y Lucas debieron contar con una segunda fuente común, que los científicos designan como fuente de logia o dichos, y hoy se designa simplemente como Q (primera letra de la palabra alemana Quelle, que significa fuente).
Cuando se valoran los relatos evangélicos, no hay que perder de vista las circunstancias. Marcos escribió más de cuarenta años después de la crucifixión y del final del ministerio público de Jesús; Mateo y Lucas redactaron sus evangelios veinte años más tarde. Desde la perspectiva de estos dos, es como si hoy un autor escribiera la biografía de un hombre que a finales de los años veinte o comienzos de los treinta hubiese causado furor durante un corto tiempo, y esto lo hiciera el tal autor sirviéndose de un pequeño escrito y de algunos otros textos de finales de los años setenta. Y si ahora tenemos en cuenta que entonces no había testimonios impresos ni informes de periódicos ni televisión, cabe imaginar las facilidades con que se podía llevar a cabo la empresa. Dicho de otro modo: los autores de los evangelios no tenían posibilidad alguna de comprobar por sí mismos lo que había de tradición correcta y lo que había de poetización. Tuvieron que apoyarse en los textos existentes y en la tradición oral. Evidentemente tuvieron que copiar en buena medida el material de las fuentes, pues de otro modo no tendríamos la tradición sinóptica y jamás se abría conservado el material del centón de sentencias. La fidelidad con que copiaron los modelos se puede echar de ver en el hecho de que no corrigieron contradicciones evidentes. En un análisis detallado se advierte, por lo mismo, que ambos evangelistas debieron de contar con versiones diferentes, tanto de Marcos (Mc/Mt y Mc/Lc) como de la Quelle (Q/Mt y Q/Lc). Las diferencias en las tradiciones dobles parecen deberse a una mezcla de tradiciones orales y de versiones escritas de Q.
Muchos historiadores y teólogos son del parecer que la fuente Q representa el escrito más antiguo, que circuló entre los primeros seguidores de Jesús inmediatamente después de la catástrofe de la crucifixión. Q sería el primitivo evangelio perdido, que conservaba las sentencias del Maestro y que poco a poco fue vaciado por los escritos neotestamentarios. Éste es un dato importante, pues el análisis de esa colección de dichos no sólo nos permite hacernos una idea de la mentalidad, la conducta y la sociología del movimiento de los seguidores de Jesús inmediatamente después de la desaparición de su Maestro, sino que también nos permite adentrarnos en las palabras, que Jesús habría confiado a sus discípulos.
La colección de sentencias se habría indudablemente perdido, de no haberla incorporado Mateo y Lucas a sus relatos sobre la vida y el ministerio de Jesús; y nosotros jamás habríamos sabido de qué tipo era el movimiento Q, que existía mucho antes de la constitución del cristianismo.
¿Qué sabemos nosotros de ello con sólo que filtremos el material Q a través de los evangelios? Vemos ante todo que para los primeros seguidores de Jesús bastaba una colección de sus sentencias. No necesitaban de más para saberse guiados en un mundo fatídico. Esto no era infrecuente en el mundo helenístico, en el cual circulaban diversas colecciones de sentencias de “varones sabios”, que se transmitían entre sus discípulos. Incluso en época posterior, cuando ya se habían redactado los evangelios narrativos, se mantuvo el evangelio de las sentencias del movimiento de Jesús y continuó transmitiéndose como una colección autónoma. A ello alude el ya mencionado Evangelio de Tomás. Dicho texto es un evangelio apócrifo, que en 1946 fue descubierto en una tumba de Nag Hammadi, junto a Luxor, por unos constructores egipcios. Apareció con otros cuarenta y ocho tratados de una biblioteca de textos gnósticos, escritos en lengua copta (del Egipto central). Hasta entonces sólo se conocía de nombre, por las alusiones en los escritos de autores cristianos primitivos.
El Evangelio de Tomás es una colección de ciento catorce sentencias sueltas, que contienen palabras de Jesús. De una estructura muy similar debió ser también el texto de Q, y de hecho se advierte que numerosas declaraciones que se encuentran en Q, tienen sus lugares paralelos en el Evangelio de Tomás. Así pues, dicho evangelio viene a ser una continuación de Q, a la antigua colección de sentencias de los primeros seguidores de Jesús, sin cambiar fundamentalmente sus características. Dado que los numerosos aforismos que se encuentran en el Evangelio de Tomás aparecen por lo general menos desarrollados que sus versiones paralelas en los evangelios canónicos, remiten a un estado anterior en el proceso de la tradición oral. Por tales motivos se ha subestimado notablemente hasta ahora el Evangelio de Tomás y en general es una fuente poco conocida para la reconstrucción de las declaraciones más antiguas atribuidas a Jesús. En el Evangelio de Tomás, por ejemplo, se han conservado también piezas sentenciales que no aparecen en ninguno de los evangelios canónicos; pero que por su parentesco estructural y de contenido con determinados discurso de la Q son auténticos con gran probabilidad. Por consiguiente, para reencontrar las verdaderas palabras de Jesús no tenemos que confiarnos exclusivamente a los evangelios. Esos tesoros hay que sacarlos de los textos excluidos por los poderosos de la Iglesia y condenados como heréticos.
A propósito de la cuestión de las fuentes budistas hay algo especialmente sorprendente: el Evangelio de Tomás no sólo presenta un estrecho parentesco con Q, ¡sino que la mismo tiempo es un texto fuertemente impregnado del ideario budista! A comienzos del siglo XX se había descubierto en Oxyrhyncos (actual el-Behnesa), en Egipto, gran cantidad de fragmentos de papiro antiguos, escritos en griego, copto y árabe. Entre ellos se encontraron diversos fragmentos del Evangelio de Tomás, y uno de los papiros contenía una pieza de teatro basada en un episodio inventado que tenía como escenario la India.
El material indio no era ciertamente casual en el entorno del Evangelio de Tomás. Los textos de Nag Hammadi pertenecen a los sistemas ideológicos de la gnosis, ampliamente difundida entre los primeros cristianos. Los gnósticos cristianos se remitían ciertamente a Jesús, pero rechazaban la administración de la doctrina por una jerarquía de sacerdotes y obispos. En vez de eso intentaban conseguir la redención por el conocimiento y mediante una disciplina mística y meditativa –muy similar a los ejercicios de los budistas y yoguis de la india. Muchas palabras de Jesús en el Evangelio de Tomás recuerdan de manera impresionante ciertas tradiciones indias y budistas Zen más que la teología paulinocristiana. En sus destacada exposición de los hallazgos de Nag Hammadi, la historiadora de las religiones norteamericana Elaine Pagels escribe: “en opinión de algunos científicos el ‘Buda viviente’ podría perfectamente decir –con sólo cambiar de nombre– lo que el Evangelio de Tomás atribuye al ‘Jesús viviente’ ”. Nada tiene de extraño que un tan buen conocedor del budismo como el inglés Edward Conze sospeche que el Evangelio de Tomás lo utilizaron los cristianos indios y que “en la India meridional los budistas estuvieron en conexión con los cristianos tomasianos”. Todavía hoy los cristianos del sur de la India se autodenominan “cristianos de Tomás”.
A finales del siglo pasado se investigó celosamente la Fuente de Sentencias, después se hizo el silencio en torno a la misma. Su redescubrimiento a partir de los años setenta ha conducido a una serie de nuevos resultados, que nos permiten una visión tanto de la personalidad de Jesús como de la estructura del grupo de sus seguidores. Por ello vamos a detenernos brevemente en la estructura de la fuente de sentencias o logia. Su contenido lo forman tres elementos: discursos de sabiduría, declaraciones profético-apocalípticas, y, en proporción menor, material biográfico. Sin duda que sobre Q ejercieron una influencia decisiva las tradiciones proféticas y sapienciales sobre el trasfondo de la espera inminente del fin del mundo, que circulaba en el judaísmo desde hacía dos siglos.
La cuestión es saber qué cuerda de la tradición es la original, es decir, se remonta a Jesús. Algunos consideran que la tradición profética fue determinante para Q, mientras que otros opinan que lo fue la tradición sapiencial. Investigaciones más recientes han proyectado nueva luz sobre este problema y han demostrado que Q se divide claramente en tres por contenido, estructura y finalidad. Eso significa que Q fue elaborada, modificada y enriquecida en tres períodos diferentes. El material más antiguo de la colección, denominado Q1, comprende exclusivamente “sentencias sapienciales” de Jesús. Sólo en un momento posterior se agregaron los textos proféticoapocalípticos (Q2). Y todavía más tarde se insertaron la historia de las tentaciones y algunas perícopas de conexión (Q3). Echemos una mirada a los tres apartados de Q:

Q1: Parte integrante de la primera compilación son seis discursos sapienciales de Jesús. El tipo de alocuciones recuerda las instrucciones a una comunidad, como las que conocemos por la literatura egipcia, antiguo-oriental y helenística. Q1 se caracteriza por una ética radical, que rompe con muchos convencionalismos sociales.

Q2: En la segunda fase de compilación se encuentra el material profético y apocalíptico, en flagrante contraste con Q1. Está marcado por la confrontación característica con “esta generación” y por el anuncio del juicio. Las palabras sobre “esta generación” apuntan contra el comportamiento de los judíos interpelados frente a la predicación de Jesús. Las amenazas contenidas en esta parte contra las ciudades galilaicas son imitaciones evidentes de unos modelos proféticos.

Q3: En la última reelaboración se encuentra un complemento del evangelio de sentencias mediante la incorporación de una parte biográfica con la historia de las tentaciones.

A través de la triple redacción se configuró unitariamente Q y adquirió un marco teológico coherente. La forma terminal de Q, tal como circuló entre los seguidores de Jesús después de la guerra judía y tal como la tomaron Mateo y Lucas, era un entramado de discursos y anécdotas coherente y fijado por escrito. Eso explica las coincidencias verbales entre los evangelistas y el mantenimiento de un orden bastante similar. Los datos lingüísticos confirman además que por entonces Q ya debía estar redactada en lengua griega y que el orden originario se ha conservado mejor en Lucas que en Mateo.



Habla el Jesús original.

El libro completo de Q consta de 62 breves perícopas o apartados, de los cuales los veintiún siguientes pertenecen al estrato más antiguo de las palabras auténticas de Jesús. Representan el material completo de Q1 y corresponden al evangelio de sentencias sapienciales originales, que las gentes de Q y los seguidores de Jesús tuvieron en alta estima.

(Estas son las sentencias de Jesús) (Viendo a las muchedumbres, dijo a sus discípulos)
“Dichosos los pobres; de ellos es el reino de Dios.
Dichosos los que tienen hambre; ellos serán saciados.
Dichosos los que lloran; ellos reirán.”
“Os digo, amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maltratan, rezad por los que os maltratan.
Si alguien te abofetea en una mejilla, ofrécela también la otra. Si alguien te arrebata el manto, dale también tu camisa.
Da a todo el que te pida, y al que te quite las pertenencias, no le pidas que te las devuelva.
Así como deseáis que os traten, tratad a los demás.
Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tiene? Hasta los pecadores aman a los que los aman. Y si sólo abrazáis a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿Acaso no lo hace todo el mundo? Prestar a los que sabéis que os van a devolver lo mismo, ¿qué mérito tiene? Hasta los pecadores prestan a los pecadores, porque esperan recibir lo mismo.
En cambio, amad a vuestros enemigos, y prestad sin esperar nada. Vuestra recompensa será grande, y seréis hijos de Dios. Porque él hace que el sol se levante sobre buenos y malos; y hace llover sobre justos e injustos.”
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados. Porque con la medida con que midáis, con la misma seréis medidos.”
“¿A caso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
Ningún discípulo es mejor que su maestro. A un discípulo le basta ser como su maestro.”
“¿Cómo puedes ver la astilla en el ojo de tu hermano y no ves la astilla en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Déjame que te quite la astilla del ojo’, cuando no ves la viga en tu propio ojo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y luego verás para poder quitar la astilla del ojo de tu hermano.”
“Un árbol bueno no da fruto podrido. Un árbol podrido no da fruto bueno. ¿Acaso se cogen higos de los espinos o uvas de los zarzales? Cada árbol se conoce por su fruto. El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno, y el malo saca de su tesoro malo cosas malas. Porque la boca habla de lo que el corazón está lleno”.
“Por qué llamáis ‘Señor, Señor’ y no hacéis lo que os digo. Todo el que oye mis palabras y las pone en práctica es como un hombre que construyó su casas sobre una roca. Llegaron las lluvias, un torrente chocó contra la casa, pero la casa no se derrumbó porque estaba cimentada en la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no las pone en práctica es como el hombre que construyó su casa sobre la arena. Llegaron las lluvias, el torrente se precipitó contra la casa y la casa se derrumbó, siendo grande su ruina”.
Cuando alguien le dijo: “Te seguiré adondequiera que vayas”, Jesús respondió: “Las zorras tienen guaridas y los pájaros del cielo tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde apoyar su cabeza”.
Cuando otro dijo: “Déjame ir antes a enterrar a mi padre”, Jesús respondió: “Deja que los muertos entierren a los muertos”. Y otro más dijo: “Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia”, Jesús respondió: “Nadie que pone su mano en el arado y después mira hacia atrás es apto para el reino de Dios”.
Dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad por lo tanto al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a su mies.
Id. Mirad que os envío como ovejas entre lobos.
No llevéis dinero, ni bolsa, ni sandalias, ni báculo, y no saludéis a nadie en el camino. En cualquier casa que entréis, decid: ¡La paz sea con esta casas!”. Y si hay allí algún hijo de paz, vuestro saludo será recibido (literalmente, ‘vuestra paz descansará sobre él’). Pero si no es así, dejad que vuestra paz vuelva de nuevo a vosotros. Y quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que os ofrezcan, porque el trabajador merece su salario. No vayáis de casa en casa.
Pero si entráis en una ciudad y se os recibe, comed lo que os presentan. Prestad atención a los enfermos y decidles: ‘el reino de Dios se ha acercado a vosotros’.
Pero si entráis en una ciudad y no se os recibe, abandonad la ciudad sacudid el polvo que se os ha pegado a los pies y decid: ‘A pesar de todo, sabed que el reino de Dios se ha acercado a vosotros’.”
“Cuando recéis, decid: ’Padre, sea santificado tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan cotidiano. Perdónanos nuestras deudas, porque nosotros perdonamos a quienes nos deben. Y no nos sometas a prueba’.”
“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad a la puerta y se os abrirá.
Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y al que llama a la puerta se le abre.
¿Quién de vosotros da a su hijo una piedra, si le ha pedido pan; o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues vosotros, que no sois buenos, sabéis hacer buenos regalos a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!”.
“No hay nada oculto que no haya de revelarse, ni nada secreto que no haya de salir a la luz. Lo que os digo en las tinieblas, decidlo a la luz. Y lo que oís como un susurro, proclamadlo desde las azoteas”.
“no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.
¿Acaso no se pueden comprar cinco gorriones por dos céntimos? Ninguno de ellos caerá al suelo, sin que vuestro padre lo sepa. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. De modo que no temáis. Vosotros valéis más que muchos gorriones”.
Alguien de la multitud le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que divida la herencia conmigo’. Pero él le dijo: ‘Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o administrador vuestro?”.
Les contó una parábola: “El campo de un hombre rico llevó mucho fruto, y él pensó para sus adentros y se dijo: ‘¿Qué debo hacer?, porque no tengo donde guardar las cosechas’. Luego dijo: ‘Haré esto: derribaré mis graneros y construiré otros mayores, y allí almacenaré todo mi grano y mis cosechas. Y diré a mi alma: ‘Alma, tienes almacenada una gran cosecha para muchos años. Descansa ahora, come, bebe y diviértete”. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta noche tendrás que devolver tu alma, ¿y de quién serán las cosas que has producido?’. Eso es lo que ocurre al que acumula tesoros para sí y no es rico para Dios”.
“Yo os digo que no os preocupéis por vuestra vida, por lo que comeréis, ni por vuestro cuerpo, ni por lo que vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Pensad en los cuervos. No siembran, ni siegan, ni almacenan en los graneros, y Dios los alimenta. ¿Acaso no valéis más que los pájaros? ¿Quién de vosotros puede a fuerza de preocupación añadir un solo día a su vida? ¿Y por qué os preocupáis por el vestido? Pensad en cómo crecen los lirios. No trabajan ni hilan. Pero ni Salomón con todo su esplendor fue tan magnífico. Si Dios viste con ropas tan bellas la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no os vestirá a vosotros, hombres de poca fe?
Por tanto no os preocupéis pensando ¿qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿qué nos pondremos? Pues todos los hombres del mundo hacen eso, y vuestro Padre sabe que necesitáis esas cosas. Buscad más bien primero su reino, y todas esas cosas serán vuestras”.
“Vended lo que tenéis y dad limosna. Acumulad tesoros en el cielo, donde la polilla ni la herrumbre pueden hacer daño y donde no pueden entrar a robar los ladrones. Porque donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón”.
Dijo: “¿A qué se asemeja el reino de dios? ¿Con qué debería compararlo? Es como una grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto. Y el grano creció y se convirtió en un árbol y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas”.
También dijo: “El reino de Dios es como la levadura, que una mujer tomó y mezcló con tres medias de harina, hasta que quedó fermentada toda la masa”.
“Todo aquel que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
“Un hombre dio una vez un banquete e invitó a muchos. A la hora del banquete envió a su siervo a decir a los que habían sido invitados: ‘Venid, por favor, que ya está todo preparado’. Pero los invitados empezaron a poner pretextos. El primero le dijo: ‘He comprado una granja y debo ir a verla. Por favor, discúlpame’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y debo ir a probarlas. Por favor, discúlpame’. Y otro dijo: ‘Acabo de casarme, así que no puedo ir’. El siervo volvió y contó eso a su señor. Y el señor, enfadado, le dijo al siervo: “Sal de prisa a las calles del pueblo y trae toda la gente que encuentres’. Y el siervo salió a las calles y llevó a toda la gente que encontró. De este modo la casa se llenó de invitados”.
“Todo el que no odia a su padre ya su madre no podrá aprender de mí. Todo el que no odia a su hijo y a su hija no puede pertenecer a mi escuela.
El que no acepta su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Todo el que intenta conservar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”.
“La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿cómo se le podría devolver el sabor? No sirve ni para la tierra ni para el estercolero. La gente la tira”.


CONCLUSIÓN:
La colección de sentencias es unitaria, sin rupturas estilísticas o de contenido. El Jesús original habla de la disolución de lazos familiares, de libre cumplimiento con el hogar, de la evitación de unos ideales aceptados de pureza, de una forma sencilla de vivir y vestir, de la mendicación sin vergüenza. En ningún lugar se encuentran complicados conceptos teológicos o amenazas apocalípticas. Tan sencillas y directas son las palabras auténticas del Jesús de Q1, que los investigadores tienden a compararlo con los cínicos de la filosofía griega: ¡Jesús como un filósofo cínico, al estilo de Diógenes en el tonel de la lluvia!
Las máximas que este extraordinario maestro itinerante fue proclamando por el miserable paisaje entre Galilea y Judea, tenían ciertamente resonancias extrañas. Pero no tenían nada de la comicidad y rudeza de los cínicos, estaban más bien envueltas en una aura de comprensión amorosa, de deseo hondo de despertar a los pobres espíritus adormecidos, para abrazarlos en su anhelo del conocimiento liberador y redentor. Por ello se congregaba el pueblo, cuando él hablaba. Por ello se acordaban de Jesús. Lo que él enseñaba era revolucionario desde el punto de vista social y psicológico[1].

Nota del transcriptor: El regreso a la matriz, a una sociedad matríztica, en medio de uno de los pueblos más patriarcales del mundo. Para ello recordemos tan sólo que el origen del patriarcado ocurre con el reemplazo de la caza por el pastoreo como forma de vida, legitimando la apropiación exclusivista de un bien antes compartido. En el Antiguo Testamento los hebreos siempre se definieron a sí mismos como pastores y, después de los 40 años en el desierto del Éxodo, como un pueblo de fieros guerreros (hasta el día de hoy).
Hay que ser demasiado valiente para pararse y contradecir abiertamente el status quo social.
Trata de imaginar el tremendo impacto que significó la destrucción del paradigma imperante en la mente de cada uno de los que presenciaron su paso por este mundo. No todos lo aceptaron ni comprendieron, por eso la drástica sanción.
¿Hay alguien capaz de hacer algo parecido, ahora?
[1] Jesús. ¿Discípulo de Buda? Ediciones Martínez Roca S.A. 1996, Barcelona. Págs. 129 a 143. Elmar R. Gruber y Holger Kersten.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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